Entré a trabajar por mi marido y ya llevo 18 años. A él le gustó el ambiente y vino a trabajar de mantenimiento antes que yo, luego entró mi hijo con 6 años y finalmente entré yo también a trabajar.
Recuerdo como al principio, antes de entrar yo a trabajar, Luisón, un religioso que trabajaba en la cocina del colegio, cuidaba a nuestro hijo al salir de clase hasta que mi marido terminaba la jornada. Eso me marcó y me animó a cuidar ahora de los hijos de los compañeros cuando tienen reuniones y han de salir más tarde.
Los chicos cuando acaban el colegio y vuelven al cabo de un tiempo se acuerdan del tiempo que pasábamos juntos y lo echan de menos, vienen a saludar, y me gusta saber dónde están y qué hacen ahora.
Siempre he notado que se valoraba mi trabajo, tuve el apoyo del director para poner las cosas a mi gusto, era “mí pabellón” y disfrutaba cuidando que todo estuviera limpio y ordenado como si fuera mi casa, para que sea un lugar agradable para todos. Siempre que ha habido que hacer algún cambio en el pabellón han contado conmigo para todas las cosas.
Quise traer a mis hijos al ver ese compañerismo, que no había diferencia por el puesto de trabajo. Aunque yo viniera de limpieza, nuca me he sentido como “la que friega” y eso era importante para mí al tener a mis hijos en el colegio y que me vieran limpiando ellos o sus compañeros. Siempre he visto en los compañeros esa actitud en que, si te pueden ayudar, te ayudan, y así se lo transmito a los profesores nuevos que entran, a los que me gusta cuidar cuando los veo algo perdidos.
Ahora, que me toca formar a mis compañeras más jóvenes, les digo “tenís que aprender a mirar” pues no vale con disimular la suciedad. Siempre me han dado esa confianza y yo les quiero enseñar a mis compañeras todo lo que he ido aprendiendo para que también ellas estén contentas y orgullosas con lo que hacen.
Siempre les digo que “la limpieza llama a la limpieza y el orden llama al orden”.
Junto a otra compañera pusimos a punto un laboratorio que no se podía usar tal y cómo estaba. Fue mucho trabajo y ahora, cuando se enfada si ve que lo dejan sucio, le recuerdo que se ensucia porque lo usan y que, gracias a ella, ahora lo pueden usar y antes no.
También fui muy amiga de otro religioso: Benancio. Cogía buenos capazos con él. Me gusta conocer a la gente y éramos “compañeros de escoba”. Él barría los patios por una zona y yo por la otra y así nos hacíamos todo el colegio.
Nunca he tenido ningún problema y a mi marido siempre lo han querido mucho también. He pasado una de las partes más importantes de mi vida aquí, con los míos.
Ana Franco
Trabajadora de la limpieza del colegio y madre de antiguos alumnos