Vocación
En aquel tiempo proclamaba Juan: “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco ni agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo”. Por entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo: “Tú eres mi Hijo amado, mi preferido”. (Mc 1, 6b-11)
Al destacado sacerdote y arqueólogo vasco José Miguel de Barandiarán (1889-1991) le embargaba, en todas sus investigaciones y publicaciones, la preocupación por la identidad del hombre. La resumía él mismo en estas tres preguntas: ¿De dónde venimos?; ¿a dónde vamos?; ¿qué somos?. Son preguntas claves que, de una manera u otra, directa o indirectamente, nos hacemos en la vida. ¿Qué pintamos nosotros en este mundo?
Jesús parece hoy ayudarnos a vislumbrar la respuesta para él y para nosotros. Su punto de referencia es Dios, que le quiere a él y a todas las criaturas. Al Padre se dirigía Jesús cuando oraba, y se encontró con una respuesta de gran cariño: Tú eres mi Hijo amado, mi preferido.
Sabiéndose plenamente amado y apoyado, no tendrá miedo a arriesgarse a hacer el bien. Esa será su vocación
En el relato evangélico se rasga el cielo. Se inauguran unas nuevas relaciones entre Dios y los hombres. Se abre una época de gracia en que nosotros viviremos también de distinta manera que si Dios no tuviese nada que ver con nosotros. Sabiéndonos amados de Dios, trataremos de seguir los pasos de Jesús. Nuestros criterios de vida, nuestra preocupación por el bien de los demás tratarán de ser coherentes con lo que significa nuestro Bautismo, que marca también la vocación del discípulo.
Hoy Jesús es confirmado en su vocación e inicia explícitamente su misión. Eso no significa que hasta entonces su vida no ha valido nada. Al contrario, su fidelidad, vivida de modo peculiar a lo largo de su crecimiento como persona, ha ido llenando su vida, haciéndola valiosa y disponible para escuchar la voz del Padre y su llamada. Sus padres, todos los que han intervenido en su educación directa e indirectamente, han preparado el terreno para que ahora pueda emprender su propio camino, sabedor de su responsabilidad. Entonces hay muchos que se sienten con razón corresponsables del rumbo que va a tomar la vida fiel y misionera de Jesús.
Para el mismo Juan es un momento especial. ¿Qué siente Juan en el momento que bautiza a Jesús? Juan descubre que su vida ya está llena. Ha hecho lo que tenía que hacer; lo que profetizaba se ha cumplido; lo que anunciaba ha llegado; el hombre cuyas sandalias no merecía ni siquiera desatar, está ya listo para salir a los caminos del mundo. De ahora en adelante, Juan seguirá la vida de Jesús con interés, pero le dejará ser él mismo, aceptará con alegría que le supere. No será obstáculo para el tiempo nuevo que trae Jesús. Al contrario, le dará paso: Yo os he bautizado con agua… pero él os bautizará con Espíritu Santo. Dios ha entrado en nuestras vidas. Jesús nos ha mostrado el camino de una vida plena y nos da fuerza para recorrerlo cada día.
Ignacio Otaño SM